Cara a Cara con el Psicopata ¿Tienes un Psicopata en tu vida ?

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¿ Tienes un Psicopata en tu vida ? Convivir con un psicopata

El libro de Vicente Garrido " Cara a Cara con un Psicopata "

 te ayudará a reconocerlo:

Tal vez estos fragmentos, ambos recogidos del libro de Vicente Garrido, nos aclaren que el psicópata no presenta un deterioro de la realidad, es decir, saben cual es la realidad:
“Esta es la esencia de la psicopatía: el sujeto no es un psicótico, no tiene alucinaciones o delirios, no se cree Napoleón ni siente que les persigue la KGB; tampoco tiene crisis de ansiedad o conflictos psicológicos que lo hagan un sujeto neurótico; sin embargo, su mundo emocional es limitado. Él como ser humano, es un completo autista”
“El psicópata esta libre de alucinaciones y delirios que constituyen los síntomas más espectaculares de la esquizofrenia. Su normalidad aparente, su máscara de cordura, lo hacen por ello más difícil de reconocer, y lógicamente más peligrosos” 

“EL PSICÓPATA: UNCAMALEÓN EN LA SOCIEDAD ACTUAL”
(Alzira, Valencia: Ediciones Algar, 2000)
¿Qué es, en pocas palabras, un psicópata?
  En esencia, el trastorno de la psicopatía supone que el sujeto que la padece en su
grado más elevado es incapaz de mantener una relación plenamente humana con los demás. Es decir, considera al otro como un medio para sus fines, no como alguien que posee derechos y dignidad que debemos respetar. El psicópata no ha perdido el contacto con la realidad, a diferencia de un psicótico un esquizofrénico, por ejemplo. Sin embargo, el mundo afectivo nunca ha llegado a integrarse con su razonamiento, lo que ha producido tres consecuencias muy graves. En primer lugar, ha crecido sin desarrollar la capacidad de preocuparse por los demás, ya que esto requiere comprender e integrar las emociones. El psicópata sólo se interesa por sus necesidades, lo que le hace el sujeto egocéntrico por excelencia. En segundo lugar, su falta extrema de empatía le hace el agente ideal de los actos más crueles y despiadados, ya que al no considerar al otro como “ser dotado de derechos” difícilmente le puede alterar infligir dolor o prejuicio alguno. En tercer lugar, aunque su razonamiento no muestra síntomas de delirios o alucinaciones, resulta difícil aseverar que “piensa correctamente”. Muchas veces su reflexión teórica acerca de algo es correcta, pero fracasa plenamente cuando se trata de pasar a la acción Lo que falla en el psicópata es el actuar prudente, “con sentido”; no existe un pensamiento que haya aprendido a través de las experiencias emocionales a guiarse por el mundo complejo de las relaciones humanas. A ello contribuye, sin duda alguna, su gran impulsividad y su sentimiento de superioridad en relación con el resto de los mortales. El pensamiento de los psicópatas se rige por la máxima de satisfacer las necesidades personales, generalmente las de control y poder. Y en la persecución de esos fines, es muy habitual que diga y haga cosas que nos parezcan absurdas y gratuitas. Estas cosas pueden ser actos criminales o bien abandonar un trabajo y pasar una semana intoxicado por el alcohol, quitar el dinero a la única persona que le apoya, o despilfarrar una cuantiosa herencia en un año.

¿Se puede decir, entonces, que el psicópata es un enfermo?
Se trata, desde luego, de un trastorno gravísimo, porque incapacita al que lo posee para vivir una vida mínimamente satisfactoria, pero no lo es en el sentido de que el sujeto “no sabe lo que hace”. El psicópata diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, sólo que no le importa lo más mínimo. Un código ético supone que nos obligamos a respetar determinadas convicciones porque creemos que ello nos hace mejores personas y ayuda a la sociedad a progresar. Pero el psicópata no ha asumido ninguna ética; no se siente concernido por más moral que la que él dicta, ¡y ésta puede variar a su capricho!

¿ Cuántos tipos hay de psicópatas ?
Básicamente existen dos categorías: el psicópata marginal y el psicópata integrado.
El marginal se corresponde con el delincuente multirreincidente, en el que encontramos las características habituales de los delincuentes que están en prisión. Nacen en ambientes sociales desestructurados, cometen delitos a una edad temprana, fracasan en la escuela, a busan del alcohol y de las drogas. Es decir, posee una carrera delictiva intensa y prolongada. En general constituye el delincuente común más peligroso, por el número y violencia de sus delitos. Se trata del psicópata más fácil de detectar, ya que suele ser un viejo conocido de los policías, los tribunales y las prisiones. Anglés, López Maíllo, Larios, y otros ilustres criminales se incluyen en esta categoría.
La otra categoría, la del psicópata integrado, supone una amenaza mucho más formidable que la anterior, ya que en este caso la gente que le rodea desconoce su enfermedad. Aquí cobra pleno sentido la metáfora del psicópata como un camaleón.
Dentro de esta categoría existen, a su vez, otras dos subcategorías.  En primer lugar, está el psicópata que es un delincuente, que viola las leyes, pero esconde esa condición porque lleva una vida aparentemente normal. Son asesinos en serie o violadores que trabajan ocho horas, policías que dirigen redes de prostitución, hombres que golpean brutalmente a sus esposas e  hijos, industriales y banqueros que llevan a la ruina a muchas familias mientras se codean con políticos y gente de la farándula, respetables líderes de sectas que abusan sexualmente y explotan a sus seguidores. El caso de Joaquín Ferrándiz, asesino en serie de Castellón, es el ejemplo más reciente de este grupo.
La otra subcategoría del psicópata integrado la comprenden aquellos individuos que, sin llegar técnicamente a delinquir, se convierten en fuente de amargura y desesperación de los que les tratan, ya sean familiares o compañeros de trabajo. Aquí podemos hablar de esposos que traicionan y humillan a sus mujeres, de los hijos que con su comportamiento extravagante y desviado hacen peligrar la cordura de sus padres, de nuestros colegas en el trabajo que se aprovechan de nuestro esfuerzo en su propio beneficio...
En todo caso, es importante señalar que cuanto mayor sea la intensidad del trastorno psicopático en esas personas, mayor probabilidad habrá que participen en actos violentos o antisociales (engaños, robos, fraudes), pasando a engrosar la categoría de psicópata delincuente.
Finalmente, no deberíamos olvidar a los políticos y criminales de guerra: estadistas y altos mandos de organizaciones militares o policíacas, capaces de ser fuente de una destrucción masiva de vidas. Los ejemplos más recientes son Milosevic y Sadam Husein.

¿Por qué se emplea la figura del camaleón como una metáfora del psicópata?
Una de las características esenciales de este trastorno en su capacidad de seducir, de engañar y manipular a los otros, lo cual lo realizan con la desfachatez que se arroga alguien  que se cree superior a los demás. Si bien los psicópatas que son delincuentes marginales suelen tener más dificultad en engañar a las personas, debido a que viven instalados en un mundo de crimen y abandono, los psicópatas integrados tienen en su capacidad de adaptarse a la situación más conveniente una de sus armas más letales.
 De este modo fingen que aman a sus mujeres, que se preocupan por sus hijos, que son leales compañeros  de trabajo, que son sinceros militantes de una ideología, que son
políticos responsables, etc. Pero no se trata sino de argucias para abusar, para vivir de modo parásito, para lograr poder y dominio.
Esta misma capacidad de ocultar su auténtica personalidad resulta muy valiosa en el caso de los psicópatas integrados que son agresores sistemáticos que asesinan o violan, y
también para hombres de negocios o profesionales que dedican parte de su tiempo oculto
a defraudar, estafar o abusar delictivamente de los demás. Nadie diría que “han sido capaces de cometer un hecho así”, cuando el asunto sale a la luz pública.
Finalmente, la metáfora del camaleón resulta particularmente apropiada para quienes hacen,literalmente, del disfraz y de la impostura su modus vivendi, como son los líderes espirituales de sectas o pseudoreligiones, quienes roban, extorsionan, secuestran y matan a docenas o centenares de personas bajo el manto de su “divinidad” y sus promesas de la salvación eterna. Una variante de este disfraz es el político mesiánico que logra la supremacía del poder y se convierte en el inductor de tragedias colectivas y genocidios.
¿Cuál es la extensión de la psicopatía?
Es prácticamente imposible de saber, ya que nadie puede calcular el número de “psicópatas integrados” que existen en la sociedad. Por otra parte, incluso dentro de la profesión médica y psicológica la psicopatía no es del todo comprendida, y muchas veces resulta mal diagnosticada. Sin embargo, se han hecho algunas investigaciones que pueden arrojar información valiosa. Así, un estudio epidemiológico realizado en cinco grandes ciudades de Estados Unidos y que cubrió una muestra de 15.000 personas, reveló que un
2.5% de los entrevistados tenían este trastorno. Su frecuencia se destaca más cuando sabemos que la prevalencia para la esquizofrenia fue del 1.5%. Extrapolado a España, eso supondría unas 100.000 personas, sin contar las internadas en prisión. Aquí se estima que unos 8.000 a 10.000 delincuentes pueden mostrar este trastorno. 
¿Cuál es el origen de la psicopatía?
La psicopatía es un trastorno con una base genética (probablemente un funcionamiento anómalo del sistema nervioso, en particular del cerebro, que afectaría a los lóbulos prefrontales), pero lo que sabemos ahora nos induce a creer que el ambiente tiene un gran papel como activador del estilo de vida antisocial del sujeto con este trastorno. Me explico brevemente. La psicopatía posee dos dimensiones o componentes. La primera incluye aspectos de personalidad en sentido estricto tales como capacidad de fascinar, valoración grandiosa del yo, capacidad de manipular y engañar, crueldad y falta de remordimientos, y escasa o nula vinculación emocional con los otros.
La segunda abarca los comportamientos antisociales y agresivos responsables de una vida ansiosa por vivir  estímulos continuados y situaciones límite, el abuso del alcohol y las drogas, el rechazo de obligaciones familiares y profesionales y la conducta violenta y delictiva.
Actualmente creemos que una parte importante de esta capacidad destructiva, implicada en ambos componentes pero especialmente en el segundo o estilo de vida antisocial, puede prevenirse o al menos limitarse si las condiciones ambientales en las que vive un niño con predisposición a este trastorno son las
adecuadas.

En el libro usted relaciona varias veces la psicopatía con el mal, y afirma que éste es “una metáfora del mal”, o bien encarna “el mal absoluto”. ¿Se trata de una licencia retórica o hay algo de verdad en ello?
Obviamente, no pretendo un discurso filosófico del mal, pero hemos de comprender que el psicópata representa al sujeto más preparado para arruinar nuestras vidas y socavar nuestra confianza en las instituciones sociales. Su presencia en las diferentes áreas de la jerarquía social (justicia, policía, finanzas, política) hace un enorme daño, porque las corrompe y al daño que causa al ciudadano se suma el agravio a la vida en sociedad y a sus acuerdos que constituye toda democracia. Por otra parte, su amenaza es muy superior a la del hombre que sufre de una locura, o a la que representa el mero arribista. El primero se detecta mucho más fácilmente, y el segundo dejará de medrar cuando se vea en riesgo de perder. El psicópata, sin embargo, es capaz de adaptarse muy bien al tipo de público que le observa especialmente si ha recibido una buena educación y no siempre le intimida aquello que detendría a otras personas por miedo a perderlo.. Por ejemplo, Andy Warhol se expuso a ser asesinado antes que dejar de
humillar a sus amantes; Husein declaró una guerra a pesar de que no tenía ninguna posibilidad de ganar y que ponía en grave riesgo su continuidad en el poder.. En España, un médico continuó sacando fotos de sus pacientes desnudas a pesar de que luego se publicaban y la gente sin duda iba a averiguar su afición oculta. Luis Roldán del que no puedo decir que sea un psicópata, pero sí que realizó comportamientos claramente psicopáticos siguió con sus manejos y vida desordenada hasta que todo fue vox populi, sin
que hubiera ningún plan realista para salir indemne de todo el asunto. Finalmente, como otras manifestaciones del mal, la psicopatía es tanto una fuente de miedo y ansiedad como un objeto de envidia. Me explicaré. En ocasiones nos sentimos fascinados, a medio camino entre la curiosidad y la repulsión, por crímenes especialmente crueles y extraños. Es el lado morboso que se vincula con la atracción hacia actos que tememos y nos estremecen. Pero ese miedo y curiosidad puede también asociarse a un cierto sentimiento de atracción por aquello que está prohibido y rechazado socialmente. Y aquí surge el lado del psicópata que ha fascinado a intelectuales como Baudelaire o Goethe: la rebelión, el desafío, el erigirse uno mismo como juez de todas las cosas, sin reconocer ley humana o divina a la que respetar.

¿Es la psicopatía un fenómeno nuevo, vinculado al anonimato y deshumanización de
las grandes ciudades?
Es verdad que los psicópatas actúan sobre todo en las grandes ciudades, pero en modo alguno es un fenómeno nuevo. Se cree que personajes como Gilles de Rais o Nerón podrían encajar en ese diagnóstico, y hoy parece probable que episodios tenidos en épocas anteriores como manifestaciones de brujería o de vampirismo fueran en realidad productos de asesinos en serie. Por otra parte, Shakespeare describió algunos retratos dramáticos que son manifestaciones muy cercanas al trastorno que nos ocupa, como son Lady Macbeth y Yago. Finalmente, la investigación revela que no puede, en modo alguno, considerarse una enfermedad de la sociedad occidental. Además de la información que resulta de los casos universalmente publicitados, en los que
asesinos en serie o asesinos múltiples causan docenas de víctimas en Pakistán, Rusia, Méjico Uganda, sabemos que países como Korea, Hong Kong y Nueva Zelanda tienen tasas parecidas a las de Estados Unidos.

¿Qué puede hacer la sociedad para protegerse de los psicópatas?
En concreto, la sociedad puede combatir la psicopatía en el siglo XXI de cuatro maneras diferentes. En primer lugar, introduciendo en los centros correccionales para menores y adultos programas para identificar y tratar a los psicópatas. Es cierto que ahora no hay tratamientos generalmente eficaces, pero la investigación también señala los beneficios de una identificación temprana y los aspectos positivos de ciertas estrategias novedosas. En España esto no se hace en absoluto. En segundo lugar, la biografía de muchos psicópatas revela que en su infancia han sufrido abusos y malos tratos. No cabe duda de que actuar con decisión en el ámbito de la
violencia doméstica ayudaría a disminuir la intensidad de la psicopatía en aquellos niños predispuestos; en efecto, no da lo mismo crecer en una casa donde uno mismo y su madre son objetos de humillaciones y violencia, que en un hogar donde se percibe afecto y comunicación positivos. En tercer lugar y en relación con el punto anterior resulta crucial intervenir preventivamente en aquellos lugares que sabemos que son una fuente de transmisión intergeneracional de la psicopatía. Hay barrios enteros que nutren de delincuentes a la sociedad, y existen próximas condiciones sociales (por ejemplo, el desafío de la inmigración en España y otros países) que pueden servir para desarraigar a mucha gente y provocar estallidos de violencia, individuales o colectivos. La mayor parte de los psicópatas marginales procederán de esas zonas. Es mucho lo que puede hacer una política social decidida en este asunto. En cuarto lugar, dado que existen comportamientos psicopáticos que se aprenden, sin necesidad de que haya una predisposición hacia ella, la sociedad tiene una enorme
responsabilidad a la hora de ordenar sus prioridades, sus principios y sus valores. De modo concreto, esto supone definir las líneas de actuación de importantes instituciones sociales. Así, los responsables de educación han de concretar qué tienen que aprender los alumnos; los responsables de los medios masivos de comunicación han de saber si valoran más los beneficios económicos o los efectos que causan sus programas en los niños y jóvenes; los críticos e intelectuales han de cuestionarse en qué medida no están rindiendo culto a la psicopatía como forma artística; la justicia y los gobiernos han de hacer autocrítica, con objeto de averiguar si sus decisiones suponen por dejadez o ignorancia un respaldo al delincuente o al criminal de guerra.

Los padres, ¿tienen entonces un papel destacado en la prevención de la psicopatía?
Una sociedad que fomenta el individualismo y la competitividad, el desmoronamiento de una vida participativa e integrada entre familias y vecinos, produce un caldo de cultivo en el que el psicópata tiene más probabilidades de extraer su faceta más manipuladora y destructiva. Los padres han de ser actores esenciales en este orden de cosas. Si enseñan a sus hijos que, por encima de todo está el triunfo personal, sin que las relaciones
humanas sean importantes en sí mismas, muchos más niños mostrarán comportamientos psicopáticos.

En su libro menciona expresamente que los artistas e intelectuales tienen parte de culpa en propagar los ideales psicopáticos como deseables en esta sociedad. Sin embargo, ¿no es un deber de las personas situadas a la vanguardia de la filosofía y del arte el mantener a la sociedad en un continuo proceso de reflexión sobre los valores, y proponer nuevas vías de análisis y de expresión de los impulsos humanos?
Por supuesto, creo que el arte y el pensamiento no deben ser encorsetados por leyes que supongan una censura gratuita y abusiva. Sin embargo, ya que la democracia descansa en el consenso que busca el bien común, debemos preguntarnos si la elite cultural no debe de reflexionar sobre los valores que contribuye a diseminar en la sociedad, especialmente entre la juventud. En el libro menciono dos ejemplos relevantes, uno relativo a la literatura (el Marqués de Sade) y otro relativo al cine (Quentin Tarantino y “Pulp Fiction”). Ambos autores contribuyen al desarrollo de la psicopatía en la sociedad, y por ello son perjudiciales para la
educación de las nuevas generaciones. Quizá debamos tolerarlos por coherencia con nuestros principios políticos, pero nada nos obliga a glorificarlos, e incluyo aquí toda la literatura y todo el cine que se inspiran en estos modelos.

Sin embargo, las decisiones sociales son muy complejas; hay muchos factores en juego. Quizá sea demasiado pedir a los políticos que piensen en los psicópatas a la hora de tomar sus decisiones.
A pesar de ello, mi libro plantea que es vital no fomentar la psicopatía para construir una sociedad más justa y solidaria. Porque la psicopatía es el trastorno que menos se ve, pero que resulta más destructivo. E incluso si el medio social no basta para crear psicópatas puros (ya que se requiere una base biológica), sin embargo he planteado con insistencia que la sociedad puede fomentar comportamientos psicopáticos o generar personalidades con claras tendencias psicopáticas. No concibo algo más amenazante para nuestra
convivencia. Milosevic es el ejemplo más reciente del terrible dolor que puede producir un psicópata con poder sobre millones de vidas y muertes. El poder político y judicial tienen una clara responsabilidad, porque muchas de sus decisiones puede crear las condiciones para que los psicópatas actúen con impunidad. El caso del pedarasta y asesino belga Marc Dutroux tratado extensamente en el libro, y actualmente en juicio fue posible porque hubo una connivencia de muchas instituciones estatales con su quehacer criminal. Y el caso más reciente del asesinato masivo y sistemático de más de mil personas por los líderes de la secta de la Restauración de los Diez Mandamientos de Uganda, prueba igualmente que la dejadez y quien sabe si el
Soborno del gobierno permitió primero, que se inscribiera a la secta como una ONG, y luego que no se investigara a pesar de que había indicios importantes de actividades ilegales. En síntesis, hay una pregunta sencilla de hacer que puede ayudarnos a comprender si una decisión en la esfera social o política sirve para fomentar o contrariamente para inhibir la psicopatía: ¿Esta decisión hará que la gente tenga más oportunidades para preocuparse por el bienestar de los otros, o causará un mayor ensimismamiento? O bien, en un sentido
más sociológico: ¿Esta decisión hará que las personas tengan la necesidad de colaborar positivamente, o fomentará más su aislamiento? A nuestro modo de ver, es vital hacer un análisis muy fino de todas las implicaciones de estas decisiones, y no sólo a corto plazo.
VICENTE GARRIDO GENOVÉS 
Criminólogo y psicólogo, Profesor Titular de la Universidad de Valencia
Fuente: http://usuarios.multimania.es/fangue/fangue1/opinion13.pdf

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Psicopatas: Vicente Garrido por raulespert


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